Beautiful girls: una película sobre “cosas que pasan” y el miedo a madurar.
En la entrada de esta semana quería escribir sobre “Beautiful girls” (1996), película dirigida por Ted Demme y protagonizada por un increíble elenco de jóvenes actores tales como Timothy Hutton, Uma Thurman, Matt Dillon, Mira Sorvino, Michael Rapaport, Rosie O’Donnell, Lauren Holly, Noah Emmerich, Annabeth Gish… y una adolescente pero ya extraordinaria Natalie Portman. He de confesar que el título original que había pensado para esta reseña era “El día que me enamoré de Natalie Portman” (a diferencia del protagonista, yo sí que tenía derecho a enamorarme de Portman, dado que ambos nacimos en el 81) pero resulta que ya había otra reseña con dicho título. Y es que creo que una generación entera de adolescentes nos enamoramos de Natalie Portman con esta película. Para mí es quizás una de sus mejores interpretaciones, comiéndose la cámara con apenas 14 años, junto con “Black Swan” (2010), con la que ganó el Óscar, el Globo de Oro y otros muchos reconocimientos. Qué se va a hacer, la naturaleza es así de injusta: además de su incontestable belleza, un coeficiente intelectual de alrededor de 175 y su memoria eidética le permitieron compaginar una extensa carrera cinematográfica con una licenciatura en psicología educativa por la Universidad de Harvard y un doctorado en la misma especialidad por la Universidad de Yale. Y, por si fuera poco, también es vegana desde los 6 años: como para no estar enamorado de ella…
En cuanto a la historia de la película, más bien deberíamos hablar de “historias”, debido al carácter coral de la cinta, aunque todas tienen un denominador común: el miedo de los hombres a madurar, tanto en el terreno profesional como sentimental, es decir, el famoso miedo al compromiso masculino. En concreto, Willy Conway (Timothy Hutton), un pianista de jazz de 29 años que vive en Nueva York, viaja a su ciudad natal, una pequeña localidad de clase obrera en el estado de Massachusetts, para acudir a la fiesta de reencuentro de los alumnos de su instituto, entre los que se encuentran sus mejores amigos de la adolescencia. Salvo uno de ellos, ninguno ha conseguido madurar en lo sentimental ni triunfar en lo profesional, anclados en la intrahistoria de un bello pueblecito siempre nevado en invierno en el que poco más se puede hacer que beber noche tras noche e irse a pescar. Paul (Michael Rapaport) trabaja como quitanieves y está obsesionado con las modelos (de ahí el título de la película, “Beautiful girls”), tanto que sigue teniendo las paredes de su habitación repletas de posters de ellas como si tuviera aún 15 años. Mientras, intenta recuperar a su exnovia, que lo dejó tras sus reiteradas negativas a casarse durante 7 años de relación. Tommy (Matt Dillon) también trabaja como quitanieves y es un ser amargado porque en el bachillerato era el chico guapo y popular, una estrella del hockey que sin embargo no llegó a nada. Es incapaz de dejar atrás su juventud y sus años de gloria, por lo que le es infiel a su novia Sharon (Mira Sorvino) con su antigua novia del instituto, Darian (Lauren Holly), una mujer casada y con un hijo.
Pero, de todas esas pequeñas historias, a mi juicio la más interesante es, sin duda, la de Willy. Él tiene ante sí dos dilemas. Uno es profesional: seguir con una insegura carrera de pianista en la que ve que aún no ha despuntado o resignarse a un trabajo “convencional” como representante de ventas. El otro es sentimental: casarse o no con su novia Tracy (Annabeth Gish), una atractiva, cariñosa y brillante abogada de Nueva York. Cuando sus amigos, siguiendo el típico método masculino, le piden que ponga nota a su novia, él responde “cara: 7,5; cuerpo: 7,5; personalidad: 7,5.” ¿Qué problema hay entonces, le preguntan sus amigos, no es un 7,5 suficiente? Pero Willie, como buen artista, vive de emociones, y echa de menos los nervios de las primeras citas, el ansia esperando la llamada de teléfono de la otra persona… El problema se agrava, y mucho, cuando Willie conoce a la vecina de su padre, Marty (Natalie Portman), una locuaz e inteligente niña de 13 años que se describe a sí misma como “an old soul”. Willie rápidamente se queda prendado de esa chiquilla repleta de vida, que le desafía en cada conversación con una ironía y sagacidad impropias de su edad. Y a Marty, como chica adolescente que no deja de ser, le atrae un hombre mayor, maduro y atractivo. No obstante, toda la relación es puramente platónica, no se trata de la escabrosa y repugnante “Lolita” de Nabokov. Willie no quiere acostarse con una niña de 13 años, lo que querría es meterse en un máquina del tiempo, volver a tener 13 años y poder invitarla a una película de cine y a un helado. Confiesa a sus amigos, con gran vergüenza, que siente celos del “noviete” de Marty, un niño bajito de 12 años, porque él sí que puede hacerlo. Pero también les dice que esa niña un día será una persona excepcional, que se va a comer el mundo… ¿Es de locos esperar a que ese día llegue y poder disfrutar de esa “mujer 10”, o ha de conformarse con un 7,5?
Una vez más, no voy a desvelar el desenlace de esta y las otras tramas. Se trata de una película maravillosa, debido a interpretaciones excelentes, una banda sonora (“Sweet Caroline”) que, a día de hoy, aún me hace llorar y al guion fantástico de Scott Rosenberg, lleno de frases para el recuerdo. Quizás mi favorita es cuando Andera (Uma Thurman), la prima del dueño del bar que el grupo de amigos frecuenta, una mujer sofisticada proveniente de Chicago, entra al bar y todos quedan extasiados. Cuando le preguntan a su primo si tiene novio, él simplemente responde: “Pero que en qué mundo vivís, chicas así nacen con novio.” Pero, sobre todo, me encanta “Beautiful girls” porque es una película sobre “cosas que pasan”. Es decir, no hay muertes terribles ni enfermedades terminales para que sea un dramón, no hay asesinatos o secuestros para que sea un thriller, tampoco explosiones, disparos y un porrón de efectos especiales de la típica película de acción (de hecho, Scott Rosenberg decidió escribir este guion autobiográfico mientras esperaba aburrido a que Disney comprara su guion de “Con Air”, la típica película de acción que me genera más somnolencia que un Orfidal). No obstante, no hay muchas películas de este género porque son mucho más difíciles de hacer bien que cualquier mega-producción de Hollywod. Y eso a pesar de que todos nosotros, allá por los veintimuchos, tuvimos que afrontar el miedo a madurar y olvidarnos definitivamente de las “beautiful girls”.
Tráiler (doblada al castellano)
Disponible en Amazon Prime Video
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