Amor bajo el espino blanco, una historia sobre el amor puro durante la Revolución Cultural china.
Hoy quería escribir sobre “Amor bajo el espino blanco” (2010), película dirigida por el cineasta chino con más proyección internacional, Zhang Yimou, basada en la novela “Hawthorn Tree Forever”, escrita por la autora Ai Mi (a su vez inspirada en la historia real de una amiga suya) y protagonizada por los debutantes Zhou Dongyu y Shawn Dou. Con esta cinta el prolífico Zhang Yimou decidió volver a sus raíces, tras grandes éxitos de taquilla como las películas de acción “Hero” (2002) o “La casa de las dagas voladoras” (2004). Y es que todos los ingredientes que hicieron grande a Zhang Yimou se reencuentran en “Amor bajo el espino blanco”: la sencillez expositiva, sin artificios innecesarios, el ritmo cadencioso y acompasado con el que se cuenta la historia, secuencias donde un gesto, una sonrisa, una mirada o una lágrima hacen innecesarias más de una o dos frases y un montaje que hilvana todo esto mediante suaves fundidos en negro.
Al mismo tiempo, de forma astuta y sutil para evitar la censura, Zhang Yimou consigue mostrar al espectador todo el sufrimiento que ocasionó a su pueblo el “iluminado” dictador Mao Zedong durante la Revolución Cultural china (1966-1976), que el propio director sufrió durante diez años. Tras implementar el fracasado Gran Salto Adelante (1958-1961), un drástico movimiento de industrialización y colectivización agraria obligatoria que llevó a la hambruna y a la muerte a millones de chinos, Mao decidió que era el momento de “purificar” a la sociedad china de cualquier resquicio burgués o capitalista mediante la Revolución Cultural. Sin entrar en detalles, se trató de una gran purga en la que millones de personas, acusadas de “capitalistas”, fueron perseguidas y sufrieron todo tipo de abusos, incluyendo la humillación pública, el encarcelamiento arbitrario, la tortura, los trabajos forzados, la confiscación de bienes y, en ocasiones, la ejecución. Asimismo, un gran segmento de la población, en especial jóvenes estudiantes de las ciudades, fue desplazado por la fuerza a las regiones rurales para su “reeducación”.
Es en este contexto histórico en el que se ubica la película. Jing (Zhou Dongyu) es una tímida e ingenua estudiante de ciudad que debe trasladarse a un remoto pueblo en las montañas para su “reeducación” durante la Revolución Cultural. Su familia ha caído en desgracia porque su padre ha sido encarcelado por “derechista” y su madre, que sufre constantes humillaciones por ser la mujer de un “contrarrevolucionario”, ha pasado de ser maestra de escuela a verse relegada a tareas de limpieza. Con este pequeño sueldo, complementado con montar sobres postales a mano en el hogar, su madre, con importantes
problemas de salud, lucha día a día para alimentar a sus tres hijos. Por lo tanto, Jing sabe que tanto su futuro como el bienestar de su familia dependen de su buen comportamiento a ojos de las autoridades para que, al acabar sus estudios, comience a trabajar como maestra de escuela. Por ello siempre se comporta como una camarada intachable, fingiendo incluso un fervor laboral extraordinario al servicio del partido, a pesar de su frágil complexión para
llevar a cabo ciertos trabajos, porque el mínimo error puede arruinar la vida de toda su familia. Pero su prudente, tranquila (y triste) existencia se ve trastocada cuando se enamora de Sun (Shawn Dou), un hijo de un militar de élite maoísta, un chico alegre, encantador y apuesto y que consigue, con mucha paciencia, que Jing vuelva a sonreír. No obstante, Jin y Sun deberán mantener su amor en secreto hasta que Ying termine sus estudios y pase el período de prueba como maestra. Hasta entonces tendrán que esperar.
Hasta aquí puedo desvelar de una historia de amor puro, inocente y desinteresado, de aquellos que parecen inverosímiles pero que Zhang Yimou consigue hacer creíble a través de un relato que es pura poesía en cada una de sus imágenes, sin caer nunca en la sensiblería. Esto también se debe, por supuesto, al trabajo de los dos protagonistas (entonces actores noveles), sobre todo de Zhou Dongyu, una actriz capaz de transmitir la más profunda de las emociones moviendo apenas un músculo facial. Más de diez años después de ver esta película en el cine aún recuerdo su frase final: “No puedo esperarte un año, ni un mes, no puedo esperar a que cumplas los veinticinco años, pero te he esperado toda la vida”.
Tráiler (doblada al castellano)
Disponible en Filmin
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