La habitación del hijo (“La stanza del figlio”): un sobrio relato sobre el duelo
Hoy quería escribir sobre “La habitación del hijo” (2001), película dirigida por el sin duda mejor cineasta contemporáneo italiano, Nanni Moretti, y protagonizada por el propio Moretti, Laura Morante, Jasmine Trinca y Giuseppe Sanfelice. A Nanni Moretti, que saltó a la fama internacional por la fantástica “Caro diario” (1993), se le puso pronto la etiqueta de “el Woody Allen italiano”, debido a sus películas llenas de humor inteligente e ironía. Sin embargo, con “La habitación del hijo” Moretti sorprendió a todos cambiando totalmente de registro, para contar la historia de una familia que ha de procesar la muerte accidental de uno de sus miembros. Robándole la analogía a un gran crítico de cine, Nanni Moretti es a Woody Allen lo que “La habitación del hijo” (2001) es a “Interiores” (1978) del propio Allen. Y ese cambio de registro fue aplaudido tanto por público como por crítica, dado que la película ganó con todo merecimiento la Palma de Oro del Festival de Cannes de ese año.
“La habitación del hijo” narra el proceso de duelo de una familia hasta entonces feliz, de esas sobre las que Tostoi nunca habría escrito, si recordamos la genial frase con la que el escritor ruso abre su novela Anna Karenina: “Las familias felices son todas iguales, cada familia infeliz es infeliz a su manera”. Durante los primeros 30 minutos, la película nos
cuenta la vida apacible, rayando lo irrelevante, de una familia de clase social media-alta en una pequeña ciudad del norte de Italia. El padre, Giovanni (Nanni Moretti) es psicoanalista. En su consulta, sus pacientes le confían sus neurosis, que contrastan con la calma de su propia existencia, puesto que su vida, un tanto rutinaria, se rige por una serie de costumbres y sencillas aficiones: leer, escuchar música o correr por la ciudad, preferiblemente junto a su
hijo Andrea (Giuseppe Sanfelice). Su hermosa mujer Paola, interpretada excepcionalmente por Laura Morante, trabaja en una empresa de diseño y es a la vez una madre atenta y cariñosa. La pareja tiene dos hijos adolescentes: Irene (Jasmine Trinca), la mayor, y Andrea, el pequeño. Se trata de dos buenos chicos, deportistas y buenos estudiantes, y que para colmo se apoyan y quieren el uno al otro y nunca discuten entre ellos. En esta vida, que parece sacada de un anuncio de cereales dietéticos, el mayor de los problemas familiares es si Andrea ha hecho alguna gamberrada inocente en la escuela y Giovanni tiene que hablar con los padres de sus compañeros de clase para averiguar quién se llevó un fósil de la clase de biología.
Pero el cine es el arte del contraste, y a los 30 minutos de película esa apacible existencia se desmorona cuando Giovanni, un domingo por la mañana, tiene que atender una urgencia de un paciente y no puede ir a correr con su hijo como habían planeado. Andrea decide entonces ir a bucear con sus amigos y muere de manera accidental. A partir de
entonces comienza un duro proceso de duelo que Nani Moretti nos cuenta de forma sobria, sin estridencias, simplemente reflejando la crueldad del azar, que no rinde cuentas a nadie. Pero es justamente este enfoque el que consigue hacer al espectador partícipe del dolor de los protagonistas, que cada uno maneja de manera diferente. Giovanni se obsesiona con el accidente en sí, como si entender exactamente qué falló en el equipamiento de buceo o
descubrir si fue un error del propio Andrea le fuera a devolver a su hijo. También empieza a descuidar a su familia y a su trabajo, odiando al paciente que le llamó ese desafortunado domingo (algo muy común en los seres humanos, darle vueltas y vueltas al pasado como si uno pudiera retroceder en el tiempo para prevenir la desgracia) y perdiendo la fe en su profesión (aquí Moretti y Allen coinciden en su escepticismo sobre los divanes). Paola se pasa simplemente el día llorando (la interpretación de Laura Morante es desgarradora) mientras que Irene se pelea en los partidos de baloncesto y corta con su novio. Tras este segundo acto, ocurre un pequeño acontecimiento que revela un secreto oculto de Andrea.
Esto consigue volver a unir a la familia, como si descubrir algo del pasado de Andrea fuera una forma de devolverlo a la vida, aunque de manera fugaz.
La parte final de la película se centrará en ese pequeño consuelo que comparten padre, madre y hermana, mientras llegan a la última fase del duelo: la aceptación. Es necesario hacer mención especial a la formidable última escena de la cinta, rodada mediante un largo travelling subjetivo que enfoca al trío andando juntos por la playa, hacia la orilla, metáfora de que, resignados, ya son conscientes de que la vida ha de continuar.
Tráiler (v.o. en italiano)
Disponible en Filmin
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