“Things I never told you”: sobre el miedo a la soledad y lo caprichoso de la vida
La entrada de esta semana versa sobre “Things I never told you” (1996), segunda película dirigida por Isabel Coixet (también autora del guion) y protagonizada por Andrew McCarthy y Lili Taylor. Le guardo especial cariño a esta cinta porque es una de las grandes desconocidas de la filmografía de Isabel Coixet, donde destacan obras como “Mi vida sin mí” (2003) y “La vida secreta de las palabras” (2005). No obstante, se trata de una película fresca e irreverente, digna del mejor cine independiente americano, que habla del amor, el desamor y el miedo a la soledad, pero sin caer en ñoñerías. A ello ha de sumarse la espléndida actuación de sus protagonistas, sobre todo de Lili Taylor, una de esas actrices que maneja como nadie los silencios, uno de los recursos preferidos de Coixet. También destaca la interpretación de un puñado de actores secundarios que consiguen que, junto con un guion inteligente, el espectador no se siente a ver la clásica película de “boy meets girl”. Y es que “Things I never told you” es una película sobre “perdedores”, en el sentido más americano del término, gente corriente que no ha llegado a gran cosa en su carrera profesional y que tampoco tiene una familia con dos hijos, perro, chalet, piscina y jardín. También trata sobre lo caprichoso y fortuito de la vida puesto que, cuando uno de los personajes quiere una cosa, no la consigue, y cuando ya no la quiere o ha desistido en su empeño, la encuentra por casualidad.
La historia principal (sin desmerecer un conjunto interesantísimo de tramas secundarias que acaban entrelazándose al final) trata sobre Ann (Lili Taylor) y Don (Andrew McCarthy). Ann se ha trasladado a una ciudad anodina de Estados Unidos para estar cerca de su novio, Bob, donde trabaja como dependienta de una tienda de fotografía y vídeo. Don es un vendedor de casas en la empresa de su padre que en su tiempo libre trabaja como voluntario en el Teléfono de la Esperanza, aunque en realidad lo hace más como método de autoayuda. Se trata de un personaje desengañado, de vuelta de todo. Un día, una potencial compradora, al descubrir que Don tiene grandes conocimientos de matemáticas y física, le pregunta qué hace trabajando como agente inmobiliario. Él le responde: “porque quería trabajar en algo en lo que no sirviera para nada todo lo que estudié durante años”. Un día Ann recibe una llamada de su novio desde Praga, adonde se ha desplazado recientemente, para confesarle que ya no la quiere y que ha conocido a otra mujer. Ann reacciona intentando suicidarse bebiéndose una botella de esmalte de uñas. En el hospital una psicóloga le recomienda llamar al Teléfono de la Esperanza, donde le atiende Don, pero este es incapaz de entender o solucionar sus problemas. Entonces, con la intención de alcanzar un cierre emocional, Ann decide grabar una serie de cintas de vídeo dirigidas a su exnovio, donde le cuenta cosas que nunca le dijo durante su relación. Tras esa primera experiencia anónima, las vidas de Ann y Don vuelven a cruzarse, de manera azarosa una vez más, cuando Don va a la tienda de Ann para comprar una Polaroid para su trabajo. Allí se conocen e inician “algo” que no llega a convertirse en “relación” a pesar de los intentos de Don, probablemente porque Ann aún no ha conseguido pasar página tras la ruptura con su ex.
Mientras tanto, la película nos cuenta otras historias, como la de Diane (Debi Mazar), una transexual que se cambió de sexo por amor a su novio pero a la que este abandonó poco tiempo después y que también llama al Teléfono de la Esperanza; la de Paul (Alexis Arquette), el vecino de Ann, secretamente enamorado de ella y que, como trabaja en una empresa de transporte, finge enviar las cintas de Ann a su ex para poder verlas él mismo; o la de Frank (Seymour Cassel), el padre de Don, cuya mujer se encuentra en coma desde hace años y todo lo que pide es que le den un abrazo. Es por tanto una película sobre el miedo a la soledad y cómo lidiar con ella, pero sin caer en sentimentalismos, y que otorga de carácter poético a escenas mundanas, como un café derramado sobre el periódico, hacer la colada en la típica lavandería americana o ir al supermercado a comprar nuestro helado preferido para ahogar/endulzar las penas. Y, entre tanto “drama”, el final nos hará esbozar más de una sonrisa.
Tráiler (castellano)
Tráiler (inglés
Disponible en Netflix y Filmin
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