El lado oscuro del corazón: la poesía en el cine o el cine hecho poesía

Hoy quiero hablaros de “El lado oscuro del corazón”, película argentina de 1992 que se ha convertido en una cinta de culto. No sorprende que sea argentina, dado que en las últimas tres décadas la industria cinematográfica de este país ha sido probablemente una de las más prolíficas, al tiempo que innovadoras y de calidad, con títulos como “El secreto de sus ojos”, “El mismo amor, la misma lluvia” o “Nueve reinas”, entre muchos otros. No obstante, sí que puede sorprender que no haya gozado del éxito dentro del gran público de estas otras películas, pero probablemente tiene una sencilla explicación: no está el gran
Ricardo Darín.

A pesar de ese pequeño hándicap, la película es simplemente fabulosa y, a diferencia del 90% de películas que venero, no es cursi o, al menos, no muy cursi, con buenos toques de crítica política y social. La historia es en sí sencilla: Oliverio, un poeta bohemio, recorre Buenos Aires buscando a una mujer “que sepa volar”. En concreto, recitando un poema de Oliverio Girondo, gran poeta argentino del siglo anterior, el protagonista dice: “Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; pero eso sí- y en eso soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar pierden el tiempo conmigo.”

Es decir, el poeta no va buscando a la típica “musa” del arte clásico, sino más bien a su “alma gemela”, dado que él, como buen poeta, vuela como un avión pero nunca llega a fin de mes… En dicha búsqueda, además, tiene diversos encuentros con la muerte, encarnada en una mujer amargada y prosaica vestida de negro que intenta convencerle de que nunca va a encontrar a esa mujer y de que debe desistir en su empeño, así como buscar “un trabajo de verdad”. Es decir, se trata de una muerte mediocre y aburrida, que desempeña su labor cual disciplinado funcionario. Es, por supuesto, un claro homenaje a “El séptimo sello” de Ingmar Bergman, de la misma manera que lo son las conjeturas sobre la existencia de Dios (¿acaso la muerte no tiene jefe?). Estas escenas, como alguna otra muy divertida (la primera de la película es toda una declaración de intenciones), pueden resultar para el gran público  demasiado surrealistas (aunque un pseudo intelectual hablaría de “cine simbolista”) y quizás, además de la falta de Ricardo Darín, explicarían que no fuera en su momento un gran éxito de taquilla. Pero son necesarias, puesto que explican esas luchas internas que tenemos todos desde la adolescencia y que, salvo algunos afortunados que lo tienen claro a la primera, consisten en horas y horas dándole vueltas a “¿es de verdad él o ella “el amor de mi vida” o me estoy conformando, somos compatibles al 110% o me estoy plantando antes de tener el Black Jack?”. Ello explica que esta tortura que a menudo nos infligimos a nosotros mismos
sea uno de los temas más recurrentes de la historia del cine y de la televisión, recordando por supuesto el primer episodio de “Friends”, donde Rachel escapa de su propia boda, y las continuas idas y venidas con mi personaje preferido de la serie, Ross, durante sus 10 temporadas en antena.

Retornando a la película en cuestión, en el camino se suceden otros poemas de Oliverio Girondo, Juan Gelman y Mario Benedetti (incluyendo mi poema preferido de este último: “Táctica y Estrategia”), así como un cameo desternillante del propio Benedetti recitando su poesía…. en alemán! (solo por evitar malentendidos y herir ciertas sensibilidades, recordemos que Benedetti era uruguayo, no argentino). Es decir, cine y poesía se entrelazan continuamente hasta hacerse indistinguibles el uno del otro.

Ahora bien: ¿triunfan el amor y la poesía sobre la muerte y su mediocridad? ¿encuentra Oliverio a la mujer que sabe volar? Y si la encuentra, ¿se casa con ella, compran un chalet adosado, tienen hijos y terminan sus vidas juntos como viejecitos burgueses a lo “Un final made in Hollywood”? Una vez más, evito los “spoilers”, pero claro es que la realidad (o más bien la “surrealidad”, en este caso) es mucho más complicada: siempre he creído que no basta con encontrar a la persona adecuada, sino que también ha de ocurrir en el momento y lugar adecuados. Además, amar entraña correr riesgos y renunciar al completo control sobre tu vida, poseer y ser poseído, y eso nos asusta y nos inclina a escapar, a pesar del habitual miedo a la soledad. Amar es para valientes y locos que no tienen miedo a volar. No obstante, en una película como esta, quizás lo de menos es su final, porque lo único verdaderamente importante es el trayecto que hace recorrer al espectador, incitándole a reflexionar sobre las a menudo contradictorias emociones del ser humano. Parafraseando los
últimos minutos de la cinta: “Gracias, Ana, porque al herirlo, tú iluminaste el lado oscuro de mi corazón”.

Tráiler (v.o. en castellano)

Disponible en Amazon Prime Video

P.D. Aunque no veáis la película, no paséis un día más de vuestras vidas sin leer “Táctica y estrategia” de Benedetti.

 

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