Like crazy: sobre el primer amor y las relaciones a distancia.
Hoy quería escribir sobre “Like crazy” (2011), película dirigida por Drake Doremus, protagonizada por Felicity Jones y Anton Yelchin y que también cuenta, en un papel secundario pero excelentemente interpretado, con Jennifer Lawrence (antes de que Hollywood la convirtiera en un icono sexual, Lawrence era una actriz notable, como atestigua “Winter’s Bone” (2010)). La verdad es que se trató de un descubrimiento afortunado, pura serendipia, pues mi intención era ver una película romántica y ligera de escasos 90 minutos para irme pronto a dormir…y me topé con todo lo contrario, una pequeña joya que habla, de
forma realista y honesta, de lo difícil que puede ser superar el primer amor y de la complejidad de las relaciones a distancia. Aunque, en realidad, la culpa la tiene mi analfabetismo cinematográfico: no sabía que la cinta arrasó en su momento en el Sundance Film Festival, el festival de cine independiente más importante de Estados Unidos. Pero claro, con ese título, ese póster edulcorado y dos actrices tan tan guapas presupones que vas a ver una comedia romántica de las de Jennifer Aniston…por suerte para mí y desgracia para mi descanso, no fue así.
La historia narra el apasionado romance primero, y tortuosa relación después, entre Anna (Felicity Jones), una chica británica que estudia durante un año en Los Ángeles, y Jacob (Anton Yelchin), un joven norteamericano. Durante los primeros 15 minutos, la cinta aparenta ser la enésima historia de “Boy meets girl”, aunque el hecho de que se grabara con cámara en mano (una sencilla y barata Canon 7D), con escasos artilugios técnicos y esté repleta de diálogos originales y diferentes (la mayoría improvisados por los actores, pues el director solo les dio las líneas generales del argumento) ya nos hacen entrever que no vamos a asistir a la enésima adaptación de una novela de Nicholas Sparks. En concreto, Anna, una brillante y locuaz estudiante de periodismo, coincide en una clase con Jacob, un chaval tímido e introvertido cuyo sueño es diseñar muebles una vez se gradúe. Anna, tras unos cuantos cruces de miradas con Jacob, decide escribirle una larga carta explicándole sus sentimientos, que deja en el parabrisas de su coche, con un postdata en el que le pide que, por favor, no la
tome por loca. Gracias a esa carta, y a una primera cita donde se ve la fuerte atracción entre dos personalidades muy diferentes (mientras que Anna habla y escribe con sagacidad, Jacob, de pocas palabras, plasma sus emociones dibujando bocetos), surge un hermoso y tierno idilio, un primer amor entre dos jóvenes que aún no tienen cicatrices ni mochilas emocionales producto de relaciones pasadas.
Pero ambos terminan sus estudios y el visado de Anna expira. Anna, es cierto, está un poco loca, y decide quedarse de forma ilegal en el país unos meses más porque no contempla la posibilidad de estar sin Jacob: se trata de dos chicos jóvenes que viven el momento sin reflexionar sobre las consecuencias futuras de sus actos. El problema surge cuando Anna tiene que viajar unos días al Reino Unido para asistir a una boda. A la vuelta, intentando entrar en Estados Unidos, es detenida en el aeropuerto por haber violado las leyes de inmigración, y obligada a embarcarse en el primer avión disponible rumbo a Londres. Es entonces cuando la pareja se ve obligada a mantener una relación a distancia, mientras los padres de ella intentan resolver los problemas de su visado. Pero la relación comienza a deteriorarse pronto, a pesar de las visitas de Jacob, porque él se siente “de vacaciones” en Londres, forzado a dejar un trabajo que le apasiona durante semanas y, sobre todo, porque se siente extraño, ajeno a la vida real de Anna: cualquiera que haya vivido una relación a distancia entenderá perfectamente esa sensación. Anna, por su parte, consigue trabajo en una revista y empieza a ascender en su carrera profesional.
Dado que sus vidas comienzan a divergir, es cosa de tiempo que surjan terceras personas 1, en la forma de Simon, el guapo y atlético vecino de Anna, y de Samantha (Jennifer Lawrence), una chica que trabaja con Jacob en su taller de muebles y que está profundamente enamorada de él (poco se le puede reprochar a Jacob, a ver quién dice “no” a Jennifer Lawrence). No obstante, a pesar de emprender nuevas relaciones, ni Anna ni Jacob consiguen pasar página y olvidarse el uno del otro o, mejor dicho, olvidar el primer amor, porque con el tiempo el supuesto amor de tu vida puede convertirse en casi un extraño. Es por ello que Jacob y Anna volverán a retomar la relación en varias ocasiones, haciendo todo lo que está en sus manos y en las de sus abogados para que las autoridades estadounidenses retiren la prohibición al visado de Anna por haber infringido la ley años antes. Poco más puedo desvelar de una trama cuyo final no dejará indiferente a ningún espectador. El día a día puede desgastar una pareja, ya sea a la vuelta a casa tras un mal día en la oficina, en la que uno carga su mal humor con quien tiene más cerca, o en las disputas caseras sobre quién friega los platos o por qué no queda leche en la nevera. Pero la distancia puede desgastarla aún más, porque el amor se cimenta en las pequeñas cosas, en lo cotidiano, en saber que tienes a alguien cerca cuando lo necesites o con el que podrás ver una película tras terminar el enésimo marrón de tu jefe. Es por todo esto, además de la formidable actuación de Felicity Jones (una actriz a mi modo de ver infravalorada, aunque haya conseguido tener una trayectoria constante en Hollywood, que no es poco, además de tener
una licenciatura en lengua inglesa por la universidad de Oxford 2) y una puesta en escena fresca y realista, alejada de la ñoñería y la lágrima fácil, que “Like crazy” merece 89 minutos de nuestro tiempo. Ya recuperaré el sueño esta noche…
Tráiler (doblada al castellano)
Tráiler (subtítulos en castellano)
Disponible en Amazon Prime Video.
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